Clases que suman

Foto de Stefanos Papachristou vía Flickr

En uno de sus cuentos para pensar, Jorge Bucay describe lo que parecía ser un cementerio de niños. Cada lápida recogía una inscripción similar a esta: «Nueve años, cuatro meses y siete días», y en pocas se pasaba de los diez años. Sin embargo, en contra de la apariencia inicial, esas cifras no se correspondían con la edad del difunto, sino con la suma de los momentos felices que vivió. Este lugar invita a reflexionar sobre la importancia de aprovechar cada instante y evidencia la fugacidad del tiempo.

El tiempo es un bien muy valioso... también en la escuela. Y, como en la vida, demasiadas veces se desperdicia en tareas intrascendentes. El tiempo escolar posee una estructura cerrada: los horarios, que admiten poca modificación. Pero lo realmente interesante es qué se hace en cada clase, ¿cómo es posible que unas sesiones parezcan interminables y otras pasen volando? Decía Bruyère que los que emplean mal su tiempo son los primeros en quejarse de su brevedad, y son precisamente los profesores que siempre andan protestando por la falta de tiempo para cumplir el programa los que suelen impartir esas clases soporíferas, clases que no se sumarán en la cuenta del tiempo de calidad que el estudiante vivió en el aula.

Todo cambiaría si un docente cobrara en función del tiempo de clase que su alumnado valorara como interesante, útil o ameno

No podemos negar el componente subjetivo asociado al alumnado (a sus intereses, estados emocionales, etc.) sobre la percepción de la calidad del tiempo escolar. Sin embargo, el diseño pedagógico también juega un papel determinante. Una de las recomendaciones más acertadas para optimizarlo es EXPLICAR MENOS PARA APRENDER MÁS. No es solo un eslogan resultón, sus implicaciones pedagógicas comulgan con la investigación en el aula, el trabajo en equipo o el aprendizaje dialógico.

"El mejor profesor no es aquel que sabe más, sino aquel que hace que el alumno aprenda más". David Fischman

Otra propuesta interesante es romper con la dinámica habitual y hacer algo diferente. La reiteración de clases con una estructura didáctica similar es uno de los principales aliados de la pérdida del interés. Es imprescindible abandonar lo que Gregory Cajina identifica como «zona de confort». Esto se logra innovando en el aula, tratando de sorprender, ilusionar... convirtiendo la educación en un viaje increíble que nadie quiera perderse.

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